El calor aprieta en la zona sudoeste de la conurbación de Barcelona, aunque por fortuna en el pequeño pueblo donde vive Andrej nunca suele faltar el alivio de la brisa. Andrej está ocupado desde hace unos días con un nuevo trabajito, el consabido encargo de Blackmonger a última hora, con todo el apresuramiento del mundo. Si Blackmonger le viera ahora dándole a los digitales en este blog en lugar de estar currando como un negro para él, no sé lo que haría. Puede que hasta fuera capaz de molestarse, o hasta de enojarse mucho, mucho, o de cabrearse e incluso insultarle, de decirle: "te odio, te odio y te odio"; o: "no vas a volver a oler un encargo ni que te compres una trompa de elefante, mequetrefe"; o: "ahora no te insulto porque estoy bañando a los niños, pero luego me pegas un telefonazo y te pongo a caldo, quién te has creído que eres". Andrej piensa: no habría negros si no hubiera negreros. De todas formas, nos acercamos a las 16,20 h, y las 16,30 h es la hora oficial señalada como inicio de la jornada como man in black. De modo que quedan apenas unos minutos para despedir la conexión. Lástima, hoy que Andrej parecía dispuesto a mostrarse comunicativo. Dejémosle con sus quehaceres. De momento.
Bien, hoy el trabajo en galeras ha sido breve (19,30 h), apenas tres horas de esfuerzo. Pero aun así Andrej se siente los músculos como si se los hubieran vaciado de fuerza. Necesitaría hacer algo más ligero, jugar a tenis, nadar, volar tal vez. Estar con sus hijos, una cena ligera, el aire de la terraza al anochecer, un poco de lectura y oración con Santa María Faustina Kowalska. Tras las turbulencias, sinsabores y peligros, el final feliz de todos los días, por la gracia del Señor.